Daniela Pujols. Santo Domingo
El nivel de lectura se ha desarrollado en escalas. Desde
lectores habituales hasta los que no consumen ninguna obra relevante. Por
décadas, la sociedad ha sido el reflejo de los cambios en el consumo de la
cultura libresca.
Se percibía una notable efervescencia bibliográfica no solo
en Santo Domingo, sino también en distintas ciudades del país.
Esta referencia de la época no contó con los recursos de
acceso a la información que visualiza esta generación, puesto que el
acercamiento a la riqueza cultural que se palpaba en los libros tenía sus
limitaciones.
Los miembros del Taller Literario Narradores de Santo
Domingo son lectores habituales. Entre adultos y jóvenes convive el interés por
escudriñar el placer de la lectura de manera crítica.
Este grupo literario abre el debate a través de sus
apreciaciones sobre los cambios en la lectura de niveles. ¿Es un problema
educacional? ¿De apatía? O ¿de preocupación por otras esferas de la vida
pública?
Hablan los miembros.
El escritor Fernando
Berroa considera que en la actualidad, contrario a años atrás, hay más medios
para el entretenimiento y el libro ha pasado a ser un objeto del pasado.
“La sociedad ha evolucionado y con ella el individuo, y
simplemente, se ha diversificado la información”, sostiene Berroa.
En torno a esta evolución de la información considera:
“Tenemos más acceso a la información y a los libros, son más fáciles de
conseguir y a bajo costo; en la Internet los jóvenes pueden conseguir el autor
que quieran”.
¿Qué ha pasado? De acuerdo al escritor el problema radica en
la forma en que se educan a los niños. “Esta generación tiene diversos medios
para el entretenimiento; tienen tabletas, celulares, Ipods, donde antes solo
competían el libro y la televisión. Ahora ven los libros como un objeto pesado
y de conocimiento. Con más interés hay que persuadirlos para que lean un
libro”.
Problema educacional.
Víctor Escarramán considera que la preparación docente es
crucial. La apatía hacia la lectura conlleva a matices diferentes.
Opina que en los libros de texto existen supresiones: “En
los libros de Historia y Literatura hay muchas omisiones de temas
transcendentales de la historia y la cultura dominicana”.
Y destaca: “En los libros de Lengua Española solo se dedican
a tomar un aspecto de la literatura y un aspecto de la gramática, hay temas
gramaticales que los libros no lo contienen. Aparte de esto, a esos libros le
han hecho un libro alterno, los llamados “cuadernillos de prácticas”.
En adición, Escarramán sostiene que este tipo de docencia no
promueve la lectura. “No hay un incentivo para que el niño se tome por lo menos
15 días en estudiar y analizar capítulos de un libro, para así evaluar al autor
e ir induciendo en ellos la curiosidad.
¿Qué quiere expresar el autor? ¿Qué aspectos literarios
tiene? ¿En qué falló ese autor? Para que el niño pueda desarrollar una forma de
pensar con sentido propio”, explica Escarramán.
Agrega que “los niños no tienen deseos de buscar un libro
porque los profesores no los promueven, pero tampoco hay una política de Estado
que lleve al niño a leer”.
Otra limitante son las redes sociales y los portales
móviles. “Allí tienen acceso a lecturas de interés pero también son vulnerables
a otros contenidos”.
Apatía.
Inés García, otro
miembro del taller atribuye esta problemática a la falta de motivación por
parte de los padres. “Si los padres comienzan a leerle al niño, desde pequeño,
lecturas propias de su edad van a fomentar en ellos el interés por el saber.
Pero, si el padre tampoco lee ¿cómo el niño va a encontrar en la lectura algo
interesante y entretenido? García sopesa que los progenitores no les compran
cuentos a sus hijos, tampoco se preocupan por leer con ellos, siendo esta una
forma de compartir también.
“Pienso que los padres llevan parte de la culpa es esta
situación, porque no dedican ese tiempo de apertura al conocimiento con sus
hijos. Es en esencia padres y Gobierno”.
En cambio, Juan Martínez señala que al hablar de apatía se
debe ir más allá de la falta de interés hacia los libros, está directamente
atada a la sociedad.
“En Europa por ejemplo, de 10 personas aptas para leer, leen
7, sin embargo en América Latina no lee nadie”, afirma el crítico.
Para Martínez este problema radica única y exclusivamente en
la base social. “En este país el 52% de los hogares son mono parentales, y las
madres no pueden ocuparse de la educación de sus hijos porque tienen varios
trabajos. En efecto, el niño no tiene donde refugiarse, porque los padres no
admiten en ellos un tipo de conocimiento que se apoye en la lectura”.
Además, Martínez insiste en que en la República Dominicana
no se promueven a los intelectuales. “En el momento que haya un escritor que
pueda crear una corriente literaria y que otros lo sigan, en especial los
jóvenes carentes de amor por la lectura, esta realidad cambia”.
Y destaca: “Aquí se escribe la mejor poesía, sin embargo no
tiene salida, porque tenemos críticos que nos entierran, mientras no haya un
hilo conductor no vamos a salir adelante”.
Otro miembro del taller literario Narradores de Santo
Domingo, Iván Payano considera que este es un problema con múltiples aristas.
“En el país existen factores económicos, políticos y económicos que influyen
para que la gente no lea”, expresa Payano.
Asegura que los primeros que no leen son los maestros porque
no crecieron con ese interés libresco.
“Yo trabajo con docentes y he visto en muchos el interés por
leer, pero ¿cómo lo hacen si trabajan tres tandas al día? No tienen tiempo para
estas apreciaciones”, indica.
Sin embargo, de acuerdo a Payano, hay niños que tienen más
acceso a la información que provee la cultura mediática y leen libros basados
en películas y series, por lo que considera que la cobertura de los medios
juega un rol importante en el consumo de obras impresas.